miércoles, 1 de octubre de 2014

RETRATO (Antonio Machado)


Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, 
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud en tierra de Castilla;

mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, 
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, mas que un hombre al uso que sabe su doctrina, 
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

desdeño las romanzas de los tenores huecos 
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos, 
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
 mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
 no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo:
-quien habla solo, espera hablar a Dios un día-
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
a mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje
y este al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos del mar.


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